miércoles, 1 de julio de 2009

AQUELLO, LO NUESTRO - Historia de amor

No he tenido problemas, antes, de amor, no supe que era terminar con dolor, no supe de los sudores incómodos, del bambolear del corazón, de esa danza de ideas que una persona te puede causar. Sólo una vez, quizá sólo esa vez.

Había empezado a salir con una morena perfecta, una cintura delgada, unas caderas imponente, un rostro angelical, la tez trigueña y esos cabellos delicados, ese negro intenso que siempre supe apreciar. Lo mejor de ella es que no dudó nunca de su amor y su entrega por mí como las personas religiosas lo hacen a algún santo de su devoción. No me confundan, no intento mostrarme creído, no me ufano de estas actitudes, a mí también me abrumaron y aún creo no merecer ninguno de estos favores.

Había pasado tres meses con relativa normalidad, por ocupaciones particulares no habíamos podido salir a bailar anteriormente, nuestras salidas se limitaban a tardes en el cine, mañanas conversando o noches a escondidas. Lo de bailar se le ocurrió a ella, yo, como todo buen hombre de letras, no lo vi con mucha emoción, pero me pareció injusto negarme así que accedí con la condición de llevar a un amigo, ella se animó aún más y prometió llevar a una amiga, también.
Nuestra noche empezó cerca de las 11pm, la recogí, estaba bellísima, luego pasamos por su amiga, debo admitir que no me sorprendió en lo absoluto. Cuando llegamos al Piramid Discotek, ya estaba mi compañero esperando.

Entramos sin apuro, nos hicimos de unas mesitas y unas jarras de sangría. La noche empezó lento, yo tuve que salir a bailar primero. Mi enamorada parecía divertirse, mi amigo nos siguió, debo admitir que yo mismo lo empecé a disfrutar.

Ya era cerca de la una, Karla, mi novia, decidió que cambiáramos de pareja de baile, de pronto me sentí lo suficientemente seducido por la noche que lo acepté con gracia. Fue cuando realmente me percaté de Ruth, su amiga, tenía unos ojos preciosos y cuando bailaba me hizo notar lo muy mal que se movía mi novia al costado. Conversamos algunas cosas, creamos una empatía fuerte, sé que ella lo sintió. Nos sentamos y ya no era lo mismo, el ambiente estaba cargado y yo no podía dejar de mirar a Ruth. La saqué a bailar una vez más, observé sus cabellos moviéndose ligeramente, sus piernas articuladas al mismo ritmo que sus brazos, unos pechos como dos pepitas, un cuello largo y claro y unos enormes y penetrantes ojos, indicándome con leves movimientos hacia sus labios, esos bellos y grandes labios donde pronto se esbozaba una sonrisa cálida y tímida. Fue en un compás o en la letra de una canción de amor cuando, sin pensarlo, nuestros labios se juntaron, como dos imanes se juntan, fue rápido. Nos separamos como si no hubiese pasado nada, nadie se dio cuenta y no lo comentamos después.

Al final dejamos, mi novia y yo, a Ruth en su casa. Luego dejé Karla en la suya y yo me fui caminado, despacio, a la mía. Debo admitir que no dormí aquella noche, sólo me quedé pensando todo el día en tan cálido beso, cerca de las seis de la tarde me cambié con ganas de salir, poco a poco sentí golpes en el pecho, vacío en las entrañas y una idea en la cabeza que no podía sacármela. Cuando cruzaba la puerta de salida de mi casa sonó el teléfono y un sudor frío corría por mi espalda, tomando aire y brotando un leve suspiro, contesté. Era Ruth y desde ese día sólo queremos vernos.

Por: Ernesto C.
Corazones Enamorados © 2008. Design by :Yanku Templates Sponsored by: Tutorial87 Commentcute